En la acción propositiva el sujeto opera a través del lenguaje, para quien propone espacio físico, arquitectura, será una operación que implica diversos modos de el lenguaje (escrito, gráfico, cinematográfico…)
Tanto uno como el otro delimitan las cosas y traen consigo el carácter polisémico[1].
Si hablamos de acción del sujeto, hablamos de proyecto en tanto produce acción intencionada a partir de “ha hecho porque”, por “una razón” que ha puesto su capacidad de hacer en movimiento, para generar una acción abierta, dirigida a una sucesión indefinida de distintos lectores, abierta a la historia.
El “saber hacer”, implica delimitar el campo del “poder hacer” reconociendo lo posible. Este reconocimiento de un “poder hacer” que pertenezca a nuestra propia capacidad de acción, a nuestra propia capacidad hermenéutica como sujetos, la capacidad de poner en movimiento, la “inquietud de sí”, el viaje hermenéutico.
En la metáfora de la navegación Foucault [2], plantea este movimiento del sujeto hacia si mismo como un viaje en busca del propio lugar en el mundo, esta aventura del conocimiento de sí, lo enfrentará a desafíos en donde hará uso del pilotaje, su “saber hacer,” una técnica teórico- práctica.
Este poner en movimiento, implica introducir la expresión de un deseo en un razonamiento práctico, el deseo como razón de actuar, como fuerza que empuja y mueve el “querer hacer”.
La intención se basa en el deseo, en el querer actuar significativamente, proyectar un mundo posible.
Y en un “saber hacer” que implica una tekhne, un arte de vivir, el cuál Foucault propone como ejemplo para quién quiera hacer obra de vida, o construir su vida.
Esta tekhne que permite al arquitecto construir un bello templo, “para lo cual es preciso, desde luego, obedecer reglas técnicas indispensables”. Pero también el arquitecto utiliza en buena medida su libertad, para dar al templo una forma bella para sí, una tekhne, que obedece a una forma, más que a una regla, a un deseo, a cierta forma de vida, a una “estética de la existencia”, a un orden en la propia vida construido por un sujeto que toma decisiones.[3]
Esta “estética de la existencia” ese orden de la propia vida, se basa en una serie de ejercitaciones:
Meletan, meditar, concentrarse, para prepararse en el pensamiento, de las cosas y de los principios.
Graphein, registrar, lo que se piensa.
Gymnazein, ejercitarse en lo real, trabajando sobre si mismo en una situación dada.
A partir del movimiento del cuerpo en el espacio se entrena para tomar decisiones, entrenamiento prescripto por reglas de juego que contienen dentro de ellas espacios de libertad.
En esto el sujeto pone en juego el cuerpo, pasando por pruebas, para lograr enfrentarse a lo real y poder reflexionar.
Esta tekhne, es un “saber hacer” que deviene praxis- construcción de sentido-, de aventurarse en la experiencia hermenéutica a partir de la conciencia, el lenguaje y el compromiso corporal [4], lugar en el que se resignifican las palabras de Le Corbusier “La técnica es la base de todo lirismo”.
El “saber hacer”, implica delimitar el campo del “poder hacer” reconociendo lo posible. Este reconocimiento de un “poder hacer” que pertenezca a nuestra propia capacidad de acción, a nuestra propia capacidad hermenéutica como sujetos, la capacidad de poner en movimiento, la “inquietud de sí”, el viaje hermenéutico.
En la metáfora de la navegación Foucault [2], plantea este movimiento del sujeto hacia si mismo como un viaje en busca del propio lugar en el mundo, esta aventura del conocimiento de sí, lo enfrentará a desafíos en donde hará uso del pilotaje, su “saber hacer,” una técnica teórico- práctica.
Este poner en movimiento, implica introducir la expresión de un deseo en un razonamiento práctico, el deseo como razón de actuar, como fuerza que empuja y mueve el “querer hacer”.
La intención se basa en el deseo, en el querer actuar significativamente, proyectar un mundo posible.
Y en un “saber hacer” que implica una tekhne, un arte de vivir, el cuál Foucault propone como ejemplo para quién quiera hacer obra de vida, o construir su vida.
Esta tekhne que permite al arquitecto construir un bello templo, “para lo cual es preciso, desde luego, obedecer reglas técnicas indispensables”. Pero también el arquitecto utiliza en buena medida su libertad, para dar al templo una forma bella para sí, una tekhne, que obedece a una forma, más que a una regla, a un deseo, a cierta forma de vida, a una “estética de la existencia”, a un orden en la propia vida construido por un sujeto que toma decisiones.[3]
Esta “estética de la existencia” ese orden de la propia vida, se basa en una serie de ejercitaciones:
Meletan, meditar, concentrarse, para prepararse en el pensamiento, de las cosas y de los principios.
Graphein, registrar, lo que se piensa.
Gymnazein, ejercitarse en lo real, trabajando sobre si mismo en una situación dada.
A partir del movimiento del cuerpo en el espacio se entrena para tomar decisiones, entrenamiento prescripto por reglas de juego que contienen dentro de ellas espacios de libertad.
En esto el sujeto pone en juego el cuerpo, pasando por pruebas, para lograr enfrentarse a lo real y poder reflexionar.
Esta tekhne, es un “saber hacer” que deviene praxis- construcción de sentido-, de aventurarse en la experiencia hermenéutica a partir de la conciencia, el lenguaje y el compromiso corporal [4], lugar en el que se resignifican las palabras de Le Corbusier “La técnica es la base de todo lirismo”.
[1] Doberti, Roberto En “La Posición del Proyecto”, donde plantea el proyecto como cuarta posición, es decir el reconocimiento del proyecto como modo específico de incidencia en el mundo.
“Tanto desde la lingüística como desde el psicoanálisis se ha demarcado la polisemia, o sea la multiplicidad de significados, como rasgo constitutivo de nuestro hablar, rasgo que implica la posibilidad y la exigencia de interpretación…..se trata de reconocer…lo inagotable de su sentido”……estamos ya más allá del campo de las palabras, estamos en el campo las formas, de entidades abiertas….a la polisemia de lo real”. Pág 9.
En “Los lugares donde se pierden los viajeros”, plantea el viaje como la posibilidad de iniciar el aprendizaje, de probar la innata fecundidad del pensamiento liberado de ataduras, predispuesto al vuelo y a la excavación, encontrándose allí consigo mismo Pág.4 diciembre de 1997.
En “Los lugares donde se pierden los viajeros”, plantea el viaje como la posibilidad de iniciar el aprendizaje, de probar la innata fecundidad del pensamiento liberado de ataduras, predispuesto al vuelo y a la excavación, encontrándose allí consigo mismo Pág.4 diciembre de 1997.
[2] Foucault, Michel- La Hermenéutica del Sujeto. Pág.243 Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2001.
[3] Foucault, Michel- La Hermenéutica del Sujeto- Pág..402-403.
[4] Blanco Fernández, Domingo; Pérez Tapias, José y Sáez Rueda, Luis- Discurso y Realidad- En debate con K.-O .Apel. -Editorial Trotta .Madrid 1994.Pág.142-La intervención activa en el mundo, remite a un apriori corporal de la experiencia. Esta experiencia corporal tiene que ser aceptada como un ingrediente de la razón experiencial, de modo que estamos legitimados para hablar de una razón en el cuerpo.
Expresión Gráfica Gamboa